La privilegiada ubicación de esta vivienda funciona como base para construir un concepto apoyado en un universo de opuestos. Se emplea el contraste como hilo conductor en las decisiones que caracterizan el proyecto. Desde los acercamientos estéticos y técnicos, hasta los planteamientos más conceptuales, todo queda guiado por ese afán de equilibrio.
Determinado por el singular enclave del terreno, la primera decisión tiene que ver con el volumen. Se plantean dos cuerpos claramente diferenciados. Una estructura de hormigón conforma un pesado zócalo que alberga la planta baja.
Su rotundidad ofrece un aspecto contundente que soporta todo lo que se coloca sobre él. Esta caja fuerte, de aspecto estereotómico, se perfora con una serie de huecos que dejan intuir los dormitorios y baños. Un volumen compacto que acoge en su interior el programa más nocturno y privado de la vivienda.
Sobre este sólido bloque, se construye una estructura cuya voluntad aspira a lo contrario. Su aspecto se configura como una suma de partes que persiguen la permeabilidad. Es así como se dibujan grandes huecos que siempre miran hacia el mar. Este deseo por fomentar la relación entre interior y exterior se convierte en la punta de lanza del proyecto.
Aprovechando este panorama, este espacio recibe la zona de día, siendo el salón y la cocina los principales usos. Su planta libre promueve un espacio diáfano que dirige sus vistas hacia el paisaje.