El deseo de potenciar las cualidades de un local ya de por sí sugerentes, convierte este proyecto en un reto ambicioso. Para ello, la intervención se reduce a tres gestos cuya carga conceptual permita entender el espacio de un determinado modo.
En primer lugar, un dispositivo perimetral recorre la tienda a lo largo de su fachada, y cambia su condición según el uso. Esto hace que dicha pieza pueda convertirse indistintamente en espejo, estantería, banco o maceta. Su versatilidad envuelve el proyecto y aporta unidad a toda la composición.
Como elemento bisagra, se proyecta un mueble longitudinal que, por un lado, actúa como mostrador y, por otro, como filtro entre espacios. La zona más pública y comercial se separa intencionadamente de una zona de servicios que funciona como oficina, baño, probador y acceso al almacén.
Por último, el diseño más característico de la tienda se ubica en el centro del espacio público. Se plantea un volumen escultórico cuya función principal reside en organizar el espacio de venta y, por medio de dos pasos, establecer una jerarquía de uso. En el centro de la composición, y de manera perpendicular a la pieza, se dibuja una gran mesa en voladizo. Los imponentes 8 metros de largo dictan un recorrido radial alrededor del cual el cliente descubre el producto.
La potencia volumétrica de los elementos proyectados, contrasta con la neutralidad de sus tonos. La paz que se busca transmitir permite crear una atmósfera donde el producto sea el gran protagonista.